Recomendaciones saludables en la osteoporosis – Lucía Guerrero

Recomendaciones saludables en la osteoporosis – Lucía Guerrero

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El rápido crecimiento mundial de la población que envejece se ha visto implicado en muchos aspectos de la salud humana, y entre estos la osteoporosis ha sido uno de los principales problemas de salud pública en las personas de edad avanzada, en particular para las personas mayores de 50 años. S...

El rápido crecimiento mundial de la población que envejece se ha visto implicado en muchos aspectos de la salud humana, y entre estos la osteoporosis ha sido uno de los principales problemas de salud pública en las personas de edad avanzada, en particular para las personas mayores de 50 años.

Según la literatura científica, el nivel de pérdida ósea en una mujer posmenopáusicaaumenta con la edad, respectivamente, con una pérdida de 0.6%, 1.1% y 2.1% por año para los grupos de edad 60-69, 70-79 y> 80. Más precisamente, la pérdida es de 1.5% por año para la columna vertebral y 1.1% - 1.4% para el cuello femoral en los primeros 4-5 años. En los años siguientes, la pérdida es menos rápida, ya que es el período posmenopáusico inmediato caracterizado por una mayor velocidad y entidad de pérdida ósea (Benedetti MG et al., 2018).

La osteoporosis es una enfermedad esquelética difusa caracterizada por una disminución generalizada de la resistencia ósea que predispone a un mayor riesgo de fracturas por fragilidad. Incluye, por tanto, un aspecto cuantitativo (disminución masa ósea medible con densitometría), y un aspecto cualitativo (alteración de la microarquitectura y resistencia ósea), de modo que, la disminución de la densidad mineral ósea puede ocurrir cuando el tejido óseo pierde demasiado hueso, produce muy poco hueso o ambos. Como resultado, hay una reducción en la resistencia ósea, que se manifiesta clínicamente cuando se produce una fractura.

En España y en otros países la incidencia de fractura por fragilidad está aumentando debido fundamentalmente a una mayor esperanza de vida. Para el año 2025 se estima un aumento de la incidencia de fracturas del 40% y un aumento de los costes del 30%, de modo que se hace necesario tomar medidas que permitan evaluar el riesgo de fractura y educar a la sociedad a través de la implementación de recomendaciones generales basadas en las guías de práctica clínica.

En cuanto a la clasificación clásica de la osteoporosis, decir que la osteoporosis posmenopáusica y la que acontece con el envejecimiento (“senil”) han sido las más frecuentes y por tanto las más estudiadas, sin embargo, las osteoporosis secundarias comprenden una gran variedad de patologías (ej: artritis reumatoide, diabetes mellitus tipo 1 y 2, obesidad, hipertiroidismo…) capaces de producir osteoporosis y cuyos mecanismos patogénicos son diversos: déficits hormonales, deficiencias nutricionales, alteraciones estructurales óseas, alteraciones metabólicas etc…

Es considerada una patología metabólica de carácter asintomático (“enfermedad silenciosa”), en la que la existencia de fractura osteoporótica será la que nos evidencie clínicamente la enfermedad. Puede ser originada por traumatismos mínimos de bajo impacto y las localizaciones más habituales son las vértebras a nivel dorso-lumbar, fémur proximal y tercio distal del antebrazo, aunque también puede afectar a otros huesos como el húmero, la pelvis y las costillas. Se produce mayoritariamente en edades superiores a 50 años, aunque ante la presencia de una osteoporosis secundaria puede ocurrir antes (dependiendo de la enfermedad causal).

De hecho, la presencia de una fractura osteoporótica aumenta el riesgo de sufrir otra. Así, por ejemplo, en una mujer posmenopáusica, en los 4 años posteriores a la aparición de una fractura vertebral, el riesgo de sufrir otra se cuadriplica, y se duplica el riesgo de sufrir una de cadera. Por ello, las fracturas constituyen la complicación clínica de la osteoporosis y el objetivo fundamental en su tratamiento es evitar la aparición de las mismas, tanto la primera como las siguientes. Algunos factores de riesgo, como la edad, el antecedente de fractura, el tabaquismo, la ingesta de alcohol, y el empleo de glucocorticoides, entre otros, contribuirán al riesgo de fractura independientemente de la densidad mineral ósea.

La prevención se considera un pilar fundamental en la osteoporosis y las fracturas. Es recomendable que la población (y especialmente personas mayores de 50 años) reciba asesoramiento, es decir, sean informados acerca de la enfermedad y su curso, los factores de riesgo modificables, y la adopción de medidas dirigidas a llevar un estilo de vida saludable, incluyendo la correcta alimentación y la realización de ejercicio físico regularmente.

Entre las medidas no farmacológicas, los estudios han establecido que el ejercicio físico puede proporcionar diversos estímulos mecánicos que favorecen al hueso y son necesarios para mantener, recuperar o mejorar las propiedades del tejido.

De hecho, aunque el ejercicio es ampliamente recomendado como una de las principales estrategias para prevenir y tratar la osteoporosis, sus efectos sobre el hueso son controvertidos por el hecho de que no todos los tipos de ejercicio tienen el mismo efecto positivo sobre la densidad mineral ósea. Por lo tanto, existe un considerable interés en definir la dosis adecuada y las características de los ejercicios para lograr los efectos pretendidos sobre la resistencia ósea, con el fin de desarrollar pautas apropiadas.

Recomendamos desde aquí que, las intervenciones en ejercicio físico se realicen (al menos inicialmente) supervisadas por un profesional del ejercicio especializado (Licenciado o Graduado en Ciencias Actividad Física y Deporte) que permitan adaptarse a las necesidades y requerimientos individuales.

Decir que, uno de los tipos de ejercicio físico más seguros y efectivos para mantener y mejorar el tejido óseo (hueso) que debe incorporarse en la práctica es el entrenamiento de fuerza, tanto para miembros superiores como para miembros inferiores. Caminar ha demostrado ser menos efectivo en la prevención de la osteoporosis, sin embargo, es necesario, no como intervención aislada, sino complementaria a otras modalidades de ejercicio. Los programas de entrenamiento multicomponente que incluyen fundamentalmente ejercicio de fuerza, ejercicio cardiovascular y ejercicios de impacto, pueden ayudar a incrementar o al menos prevenir la disminución de la masa ósea que transcurre con el envejecimiento (junto con otros beneficios en la mejora de la salud). Otras formas de ejercicio, como la natación, el pilates o el Tai Chi pueden tener beneficios para la salud ósea, sin embargo, la evidencia a veces es débil, pobre e inconsistente.

El programa de ejercicios debe incorporarse a una modificación en el estilo de vida y durar toda la vida debido a la naturaleza crónica de la pérdida ósea, así también de la fuerza muscular, dado que el hueso y el músculo están conectados no solo desde una perspectiva biológica y funcional, sino también desde un punto de vista clínico, como una unidad funcional global cuyos componentes no pueden analizarse por separado.

Lucía Guerrero Romero (Licenciada Ciencias Actividad Física y Deporte. Universidad de Granada. Colegiada. No 58601; Instituto Internacional de Ciencias del Ejercicio Físico y Salud; Máster Entrenamiento Personal; Máster Prescripción Ejercicio Físico en Patologías; Máster Universitario Profesorado; NSCA-CPT; Wellness Institute Technogym).

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