Autismo, señales de alerta en niños

Con motivo del Día Mundial de Concienciación del Autismo, que se celebra cada 2 de abril, la unidad de desarrollo infantil y atención temprana del Hospital Vithas Almería quiere destacar la importancia de continuar detectando las primeras señales de alerta en el desarrollo de los niños, con el fin de prestar una atención e intervención temprana, tanto al menor, como a sus familias.

“El Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo y, aunque su origen continúa siendo objeto de estudio, sí parece existir una clara base genética, lo que se manifiesta mediante déficits persistentes en la comunicación y en la interacción social, junto con patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses y/o actividades”, explica María del Mar García, psicóloga de la unidad de desarrollo infantil y atención temprana de Vithas Almería.

Es importante conocer cuáles son los indicadores y señales de alerta de la posible existencia de un Trastorno del Espectro del Autismo. “Esta detección precoz pueden realizarla tanto profesionales de la educación (escuelas infantiles, colegios, etc.) o de la salud (pediatras, neuropediatras, psicólogos, psiquiatras, etc.), así como los propios familiares de los menores. Los síntomas suelen comenzar a manifestarse alrededor los 15-18 meses e interfieren de forma significativa en el desarrollo del menor” puntualiza la especialista, quien añade además que, “la presencia de dichas características no siempre conlleva la existencia de un TEA, sino que puede deberse a otra afectación y/o trastorno”.

Señales de alerta a las que debemos prestar atención en las primeras etapas del desarrollo

Déficit en el contacto ocular, tanto requerido como espontáneo. Por ejemplo, cuando llamamos al pequeño por su nombre no se orienta hacia nosotros, no atiende o parece que no nos oye.

Prefiere jugar solo, suele jugar de forma individual con actividades manipulativas o juegos que consisten en meter y sacar objetos, chocar, colocar, etc.

No se interesa por otros niños cuando se encuentra en un contexto social como puede ser en parques, escuelas infantiles… No se acerca a otros niños, incluso puede evitarlos.

Dificultades en iniciar la atención conjunta. No comparte intereses con otros. Por ejemplo, no señala un avión que pasa por el cielo para que miremos, hacemos pompas y no nos mira para expresar diversión o no nos sonríe como respuesta a otra sonrisa.

No sigue instrucciones al no entender lo que le decimos.

Retraso en la adquisición del lenguaje. Suelen llevarnos de la mano a un lugar para conseguir algo (guía física) o consiguen las cosas por sí mismos. Otro ejemplo puede ser que no aparecen los primeros balbuceos a los 9 meses (mamá, papá), primeras palabras con sentido referencial a los 12 meses (para denominar objetos familiares), o no hacen frases de 2 palabras a los 24 meses. En ocasiones ocurre, que las palabras que habían adquirido entre los 9-12 meses, dejan de decirlas posteriormente.

Pobre intención comunicativa. A pesar de que haya lenguaje, este se usa de forma repetitiva (canciones, frases de películas, etc.), emitiendo ecolalias sin funcionalidad. Además, se puede llegar a observar cierta dificultad para expresar necesidades o hacer peticiones como pueden ser de agua o comida, aun existiendo lenguaje oral.

Presencia de movimientos repetitivos y estereotipados como andar de puntillas, aletear con las manos, balancearse, correr de un lado a otro, mirar de reojo, girar objetos, chupar o meterse en la boca cualquier cosa, llevar consigo siempre algún juguete, alinear, etc.

Intereses restringidos, es decir, les encanta jugar a los mismos juegos, no se interesan por otras actividades diferentes. Además, pueden presentar dificultad para abandonar estos juegos resistiéndose a ello y llegando a presentar rabietas.

Hiper o hipo reactividad sensorial. Como reflejo de estas características podemos observar ciertas reacciones que no son habituales. Estas pueden ser taparse los oídos ante algún sonido, llanto para cortarse el pelo o las uñas, dificultad para introducir alimentos sólidos en la dieta, aversión por tocar con las manos o con los pies ciertas texturas como plastilina, pintura, espuma, etc.

Presencia de rabietas. Se suelen presentar llantos y pataletas, sobre todo cuando se producen cambios de rutina. Por ejemplo, cuando escogemos otro camino para ir a casa, cuando cambiamos unos zapatos viejos por unos nuevos, cuando hacemos una mudanza y cambiamos objetos de sitio, en periodos vacacionales en los que cambia la rutina diaria, entre otros.

“Cuando observamos estas señales, es importante acudir a un especialista para evaluar de forma más pormenorizada y realizar así un diagnóstico diferencial lo más temprano posible. Independientemente del diagnóstico al que lleguemos, probablemente será necesario iniciar una intervención individualizada dirigida a mejorar los déficits existentes en el menor”, puntualizan especialistas de Vithas Almería.

Dentro del Trastorno del Espectro del Autismo existe una gran variabilidad de expresión de síntomas y características, lo cual dificulta la tarea de evaluación y diagnóstico por parte de los profesionales de la Salud. En ocasiones, la presencia de ciertas características se produce de forma muy sutil y puede pasar desapercibida, concretamente en los casos de TEA de Alto Funcionamiento o Síndrome de Asperger.

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