Coronavirus: cómo afecta a los contagiados con sintomatología leve

Coronavirus: cómo afecta a los contagiados con sintomatología leve

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La pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 ha cambiado el mundo en el que vivimos. Este inoportuno microorganismo parece haber copado todos los aspectos de nuestra vida diaria. Nada de lo que conocíamos parece ser igual. Aunque se suele hablar más de aquellos a los que peor ha golpeado esta cris...

La pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 ha cambiado el mundo en el que vivimos. Este inoportuno microorganismo parece haber copado todos los aspectos de nuestra vida diaria. Nada de lo que conocíamos parece ser igual.

Aunque se suele hablar más de aquellos a los que peor ha golpeado esta crisis: los ingresados, que han presentado formas más severas de infección, y los que desgraciadamente han fallecido, existe un grupo mucho más numeroso que no debemos obviar. Hablamos de aquellos pacientes que sufren (o sufrirán) la infección covid-19 pero de una manera más leve, más suave por así decirlo, y que no requerirán tratamiento en un centro hospitalario ni otras medidas más allá del reposo, la paciencia y algún antitérmico. En realidad, estos pacientes suponen el verdadero grueso del total de infectados. Según algunos especialistas hasta un 78% de las personas infectadas por coronavirus contraen la infección pero la viven de manera leve o, incluso, asintomática por completo. Esto quiere decir que de cada 10 infectados, solo 2 requerirán atención hospitalaria como tal.

Hoy el Dr. Ezequiel Ortega, neumólogo del hospital Vithas Xanit Internacional, nos explica algunas de las cuestiones y preocupaciones que pueden surgirnos ante un cuadro leve de coronavirus.

¿Y cuál es esa sintomatología más leve? ¿Qué debe esperar un paciente infectado leve?

Los síntomas principales en el covid-19 son como sabemos la fiebre, la tos y la disnea (sensación de ahogo), sin embargo, estos pacientes leves pueden no presentarlos todos necesariamente, o presentar los 3 pero solo de forma ligera y bien tolerada. Pueden, además, aparecer síntomas tales como el cansancio, pérdida de apetito, dolor de cabeza y en extremidades, mareo, pérdida de olfato/gusto… Todo ello nos recuerda a una gripe, pero más corta y de menor intensidad. En general el paciente suele evolucionar bien y tras pocos días mejora, quedando algún vestigio residual que irá desapareciendo de manera paulatina.

¿Qué hago si comienzo con alguno de estos síntomas?

A diario vemos noticias sobre hospitales, UCIs, fallecidos… la incertidumbre y el miedo pueden apoderarse de nosotros y no harán más que empeorar la situación. Es por ello que lo primero que debemos hacer es mantener la calma y consultar con nuestro médico o con alguno de los teléfonos que las autoridades sanitarias han puesto a disposición de todo aquel que lo precise. En casa deberemos intentar –siempre que sea posible- mantener unas medidas de aislamiento con respecto a nuestros convivientes. Dormir en una habitación separada, no compartir el cuarto de baño, minuciosa higiene de manos y de la casa en general, uso de guantes y mascarilla… todo lo que podamos hacer con tal de disminuir el riesgo de contagio para los más cercanos. El paracetamol en su justa medida ­-si no somos alérgicos- es una buena opción para tratar la fiebre y malestar. Es probable que no necesitemos nada más.

Si por algún motivo la sintomatología fuese a más de manera inequívoca, o bien no terminase de mejorar tras 5, 6 o 7 días de evolución, quizá deberíamos consultar de nuevo o bien acudir a Urgencias para realizar una analítica de sangre general y una radiografía de tórax de control, solo como chequeo rutinario, para tener una visión más profunda del cuadro. Por suerte, es poco probable que esto ocurra si los síntomas son leves.

En conclusión, muchos pasarán sin remedio por esta situación y, aunque es lógico sentir temor, no debemos dejarnos llevar por la angustia. Si por azar del destino nos contagiamos –y según todas las previsiones muchos de nosotros inevitablemente lo haremos- hay varios motivos para la tranquilidad. El primero podría ser la estadística, que en este caso juega a nuestro favor: la mayoría de los pacientes (como dijimos, en torno al 80%) lo pasarán como un cuadro leve o prácticamente asintomático. O sea, es muy probable que seamos uno de esos 80 de cada 100. Y si no lo somos, y a pesar de todo empeoramos, el segundo motivo para mantener la calma es la confianza en nuestro sistema sanitario. Afortunadamente los avances médicos que se han producido en las últimas semanas en cuanto a nuestro conocimiento de qué ocurre durante la enfermedad, cómo se desarrolla y cómo combatirla ha hecho que nuestro manejo del problema sea infinitamente más eficiente. Ahora, en la mayoría de los casos somos capaces de anticiparnos a las fases más severas de la infección, lo que ha llevado a que el número de pacientes que requieren ingreso en UCI, así como los que desgraciadamente fallecen, se haya visto reducido de forma muy significativa.

Y si todo ello no es suficiente se van a encontrar con un tercer motivo, que no es otro que el empeño de un personal sanitario que no va a quedarse de brazos cruzados, que día a día está demostrando que no entiende de derrotas, y que va a darlo todo –y más- para que todos los pacientes estén de vuelta lo antes posible en casa y a salvo.

Fuente consultada: https://www.bmj.com/content/369/bmj.m1375

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